FUERA DEL DIVAN
Salud Alternativa 116
EN ESTA EDICIÓN: La soledad y la necesidad de los otros
Intro
Esta vez el encuentro fue en la casa de Claudia. Hubo té, café y una charla de casi una hora. El tema fue la soledad. Dicho así parece un tema triste. Sin embargo, hay que distinguir la soledad física de la soledad espiritual. La primera se refiere al hecho de estar sin compañía, al aislamiento, a una profunda sensación de desamparo y tristeza que empieza a invadir toda la existencia. Esto es, justamente, lo que enferma a muchas personas.
Pero también existe una soledad que no es mala: “estar solo” es una necesidad del ser humano, una experiencia que nos ayuda a alcanzar el equilibrio psíquico, a crecer como personas y a estar mejor con uno mismo y con los demás. De esta “soledad” conversamos con nuestra especialista. En una charla informal y sincera, nos explica cómo optimizar los momentos “a solas con nosotros mismos” y hacernos amigos de la soledad.
Salud Alternativa: Hay una frase que dice que “la soledad es un estado que muchos padecen y muy pocos eligen”…
Claudia De Angelis: Es totalmente cierto y más en estos tiempos. Pero, en realidad, la soledad es un concepto que puede ser mucho más profundo de lo que creemos, no se trata sólo de estar sin compañía.
SA: ¿Cómo que no?
CDA: No, podemos considerar la soledad desde dos perspectivas: LA SOLEDAD FÍSICA, con la que estamos más familiarizados, que entendemos como “estar sin compañía” y LA SOLEDAD ESPIRITUAL. La soledad espiritual es algo que llevamos desde el comienzo de la vida y es existencial. Este sentimiento no se dispara, sólo por sufrir alguna pérdida o por haber sido abandonado, sino que va más allá de las experiencias que atravesamos. En algún momento un suceso dispara la sensación de soledad y se instala en nuestras vidas, generando estados de tristeza o angustia, que no sabemos bien de dónde provienen o que los provocó.
SA: No te entiendo bien… ¿Querés decir que la soledad espiritual es algo inherente al ser humano? ¿Qué la sentimos aunque no estemos solos?
CDA: Exacto. De pequeños dependemos de otros para no sentirnos solos. A medida que nos volvemos adultos, las distintas vivencias nos van poniendo frente a nuestra soledad espiritual, aprendemos a reconocerla y hasta hacernos amigo de ella.
SA: ¿Amigos de la soledad?
CDA: Así es. Es muy importante saber estar en compañía de uno mismo, “en soledad”. Si lo pensamos bien cada vez que nos pasa algo importante en nuestras vidas estamos SOLOS. Con esto me refiero a que la primera impresión y emoción que sentimos es INTERNA, es propia, con nosotros mismos. A partir de allí, la exteriorizamos, la compartimos con otros, la contamos, pero el instante de impacto es personal e individual.
SA: Dame un ejemplo para entenderlo mejor…
CDA: Cuando nace un hijo y te lo muestran, es uno de los momentos más fuertes e impactantes de tu vida y estás “sola”. Te encontrás sola en ese momento y sabes lo que estás sintiendo, no importa si hay médicos o enfermeras, estás sola con tu emoción.
El día de tu boda, estás en soledad. Con respecto a este tema puntual, consulté muchas pacientes, algunas han sufrido amnesia por momentos, sin recordar como llegaron al altar o quiénes estaban presentes en la ceremonia, a quién saludaron, qué ocurrió en detalle.
SA: Estaban como en estado de shock…
CDA: Algo así. Lo que ocurre es que la emoción es tan desbordante que no pudieron conectarse con los otros, a veces ni con el propio marido!!! Fueron autómatas, cumplieron con el ritual pero no recuerdan muchas cosas.
En ese momento, por más que estés rodeada de una multitud, lo que verdaderamente pasa por tu cabeza y tu corazón, hace que estés en soledad, aunque sea un momento conmovedor. Porque la emoción es demasiado abarcativa.
Cuando rendis un examen, ocurre algo similar, se despiertan dentro tuyo sensaciones que te recorren, inundan, paralizan, aunque las puedas contar y compartir, sólo vos sentis la intensidad de la vivencia. Es decir, ¡también estás solo!
SA: Entonces, ¡¡¡habría que aprender a estar solo!!!
CDA: Claro, es el principio para encontrar el propio equilibrio, la clave por donde debemos empezar a trabajar. Si no sabes estar equilibrio con vos mismo, no podés estarlo con otros. Todo empieza en uno.
SA: ¿Cómo es esto que todo empieza con uno?
Lo que empieza con uno es entendernos y concebirnos como una individualidad. Para poder hacerlo necesitamos tiempo para descifrar y analizar y eso sólo se logra en soledad. A partir de distintas situaciones de nuestra vida necesitamos tiempo a solas para entender cómo reaccionamos y qué sentimos. Cuando realizamos este ejercicio maduramos y tenemos más recursos para afrontar la vida y nuevos desafíos. Reconocemos nuestras emociones y no nos desbordamos ni nos polarizamos. Al vivir más en equilibrio, encontramos paz interior.
Cuando no sabemos estar solos
SA: Si uno no aprende a estar solo, ¿cuál sería la consecuencia?
CDA: Aquí nos encontramos con la SOLEDAD FÍSICA.
SA: Ahhh, la “otra soledad”
CDA: Así es. Si no se desarrolla el estado de equilibrio que nos brinda la soledad espiritual, deviene la necesidad imperiosa de estar con otro, por temor a la soledad física. Esta trae consigo LA DEPENDENCIA. Sin el otro, no te definis, no sos, no encontrás lugar en tu vida. Te encontrás diciendo todo el tiempo: “Soy la mujer de…”, “Soy la madre de…”, “Soy la hija de…”. Sólo existis en relación a ese otro y tu existencia depende de él y cuando ese otro falta, entrás en crisis y tu mundo se desmorona. No tenés lugar propio, no sabes quien sos, no ocupaste tiempo en conocerte, en crecer, en elegir. No te ocupaste de vos misma. Te olvidaste que todo empieza con vos. Y la vida te pone en ese lugar, de golpe, abruptamente.
SA: Es como si la persona no tuviera personalidad, y se vuelve tan dependiente del otro que no puede existir por si misma.
CDA: Exactamente. La necesidad de otro te hace vivir a la sombra de él y de sus proyectos, perdes la posibilidad de encontrar tu propio camino, desarrollar tus gustos, realizar tus anhelos. Dependes física y a veces hasta económicamente del otro. Te sometes, hasta transformarte en un apéndice suyo. He atendido mujeres que ya no recordaban lo que les gustaba en su adolescencia, no sabían que querían estudiar o cuales eran sus sueños, algunas estaban tan dominadas por su marido o hijos que no tenían opinión propia, no eran consultadas ni participaban de las decisiones familiares.
SA:Y esto puede empeorar?
CDA: Si, claro cuando te llenas de temores, no podes tomar decisiones cada vez más simples, perdes autonomía y libertad de pensamiento y acción. Te olvidas de vos, ya no sabes qué querés y qué no. Te sometes a la voluntad de ese otro. Te perdés en ese otro. Enfermás, porque la persona necesita un equilibrio entre la mente, el corazón y el alma, para estar completa. Sino el cuerpo enferma, se deteriora, se desenergiza. Si la mente y el corazón no están siendo escuchados, el camino es uno solo: LA ENFERMEDAD. Por supuesto hay grados de gravedad en todo cuadro pero lo más extremo es el trastorno de personalidad por dependencia. En este estado la persona:
SA: Bueno, pero aquí ya estamos hablando de un estado extremo… ¿Existe algún camino para evitar caer en este cuadro tan desolador?
CDA:Mis pacientes trabajan su inteligencia emocional, aprenden a observar lo que sienten y lo asumen, más allá de lo que quiera el otro. Para ello, es necesario no manipular lo que se siente sino asumirlo tal cual aparece. Desarrollar la capacidad de sentir paz interior a través de la meditación y el ejercicio físico, sentir la plenitud del estado de soledad espiritual donde uno tiene la oportunidad de encontar su individualidad.
SA: Nuevamente la meditación aparece como una gran herramienta en nuestras vidas…
Si, la meditación hace eje en uno mismo, nos permite sumergirnos en nosotros, apagar la mente y corrernos durante un rato de lo cotidiano. Una vez allí, comienzan a despertarse sensaciones, sentimientos, que nos permiten reconocer nuestras emociones sin la interferencia de la mente. Ella tiene el defecto de parlotear, controlar y distraernos de nuestro sentir, de analizar todo según su conveniencia. En cambio, cuando estamos en estado meditativo, la apagamos y podemos encontrarnos verdaderamente. Esto significa saber lo que sentimos claramente, sin engaños. Conocernos sin filtros ayuda a asumir lo que en verdad somos y a partir de eso madurar nuestra emoción.
Mejor solo que mal acompañado
SA: ¿O sea que la soledad no necesariamente tiene una connotación negativa?
CDA: No, por el contrario hay que redefinir la palabra “soledad”, la soledad, como sinónimo de “Uno Mismo” y ese “Uno Mismo”, el comienzo del estado de equilibrio interno. La persona que porta honrosamente su soledad estará en equilibrio consigo misma y podrá sobrellevar y aceptar de un modo mesurado cualquier situación.
SA: Es como dice el dicho: “a veces es mejor estar solo que mal acompañado”…
CDA: Por supuesto que sí, pero la gente en estos tiempos no se lo permite.
SA: ¿Por qué?
CDA: Porque tiene mucho miedo a estar sola, le teme a la soledad física. Son tiempos de mucha conexión sin comunicación. La idea es pertenecer a etnias y grupos por el simple hecho de ser parte de; pero sin comunicarse desde el afecto y la emoción, sin compromiso personal, sin intimidad. Esto provoca un profundo aislamiento y una horrible sensación de estar solos, desvalidos e incomunicados. Actualmente, se está rodeado de mucha gente, pero uno no está relacionado con nadie. Todos están vacíos. Se uniforman, escuchan la misma música, persiguen la moda y los estereotipos, pero se encuentran solos.
SA: Y eso también ocurre con muchas parejas…
CDA: ¡Totalmente! Muchas parejas que siguen juntas por conveniencia, para no afrontar su propia vida y padecen de la angustia diaria de estar mal acompañados, transitan tristes y terminan enfermando.
SA: Entonces, por lo que decis, parece que a veces se sufre más de soledad estando en compañia que estando solo con uno mismo.
CDA: Claro, por eso es importante que distingamos lo que es “estar solos”, de la “soledad”. Estar solos es igual a estar sin compañía. La soledad, en cambio, es una palabra que merece respeto y dedicación, gracias a la cual podemos tomarnos el tiempo de estar con nosotros mismos para conocernos, elegir y así definirnos como personas íntegras en búsqueda de nuestro equilibrio y paz interior.
La soledad espíritual es la oportunidad de quitar la atención del afuera y sumergirnos en nuestro interior, para darnos la chance de observarnos, crecer y entonces afrontar la vida desde una perspectiva más madura.